Algunas
reflexiones en torno a las psicoterapias cognitivas y la revolución de la mente
La Revolución Cognitiva en los años cincuenta
(1956), con el ordenador como metáfora, en la que participaron disciplinas tan
diferentes como la psicología, la filosofía, la lingüística, la neurociencia
(ambos campos, de reciente aparición), la antropología y la ciencia de la
computación, represento un marco de orientación significativo para la
pedagogía, la piscología de la educación, la psicolingüística[1]
y para las psicoterapias cognitivas-conductuales.
La ciencia de la cognición (Miller, 2003), en el imaginario
colectivo se ha representado como el
enfoque que puso término a la hegemonía conductistas, sin embargo, el
cognitivismo orientado al estudio del aprendizaje, integró aspectos nucleares
del conductismo como el condicionamiento clásico (aprendizaje por asociación)[2]
o “la teoría de la información de Claude Shannon… (Que) tenían la virtud de ser
compatibles con el análisis de estímulo-respuesta preferido por los
conductistas” (Miller, 2003).
“En el
panorama de la psicología, el conductismo había dominado, junto con el
psicoanálisis, buena parte de la primera mitad del siglo XX. Al menos en su
versión más radical, el conductismo aspiraba a erradicar todo lo mental de la
psicología. La mente era un mito, no se necesitaba de ella para explicar la
conducta; bastaba la acción mecánica del sistema nervioso. La única forma de
hacer ciencia en psicología consistía en el estudio del comportamiento
observable de los organismos. De hecho, dos de los teóricos del conductismo más
conocidos fijaban su posición en este sentido. Watson era partidario de un
modelo fuerte basado exclusivamente en el estímulo y la respuesta; y, según
Skinner, no había lugar para postular mecanismos internos intermediarios entre
los miembros de dicho dúo. El objetivo del conductismo, y a la vez su gran
problema, fue tratar de dar cuenta de los fenómenos mentales sin apelar a la
mente, pues no pudo deshacerse completamente de ella e incluso del interior
mismo de la disciplina surgieron los ataques.
Según el
conductismo tradicional, las conductas complejas podían entenderse a partir del
encadenamiento de estímulos y respuestas, explicación que dejó de ser
convincente en la década de los cincuenta. Se comenzó entonces a plantear la
existencia de funciones centrales encargadas de planear y coordinar conjuntos
de acciones. Además, se introdujeron variables intermediarias entre el estímulo
y la respuesta, que trasformaron el conductismo inicial en uno de tipo
mediador. Como resultado, se abrió la puerta para que los procesos que ocurrían
en el interior del cerebro tuvieran un papel causal en el comportamiento. Sin
embargo, los teóricos de esta nueva perspectiva conductista carecían de un
lenguaje apropiado para estudiar y trabajar con los procesos mediadores,
situación remediada con la llegada del procesamiento de información: el
estímulo se convirtió en mensaje entrante (input), la respuesta en mensaje
saliente (output) y los procesos intermediarios en procesamiento de información” (Fierro, 2011).
Jerome Bruner explica este mismo fenómeno: “Muy pronto, la computación se convirtió en
el modelo de la mente, y en el lugar que ocupaba el concepto de significado se
instaló el concepto de computabilidad. Los procesos cognitivos se equipararon
con los programas que podía ejecutarse en un dispositivo computacional, y
nuestros esfuerzos por comprender», pongamos por caso, la memoria o la
formación de conceptos, eran fructíferos en la medida en que éramos capaces de
simular de forma realista la memorización o la conceptualización humanas con un
programa de ordenador” (Bruner, 1990). En otras palabras,
el paradigma del Procesamiento de la Información es la introducción del
mentalismo al conductismo clásico.
“Este
nuevo reduccionismo proporcionó un programa sorprendentemente libertario para
la ciencia cognitiva que estaba naciendo. Su grado de permisividad era tan
elevado que incluso los antiguos teóricos del aprendizaje E-R y los
investigadores asociacionistas de la memoria pudieron volver al redil de la
revolución cognitiva, en la medida en que envolvieron sus viejos conceptos con el
ropaje proporcionado por los nuevos términos del procesamiento de la
información. No había ninguna necesidad de trapichear con
los procesos «mentales» o con el significado. El lugar de los estímulos y las
respuestas estaba ocupado ahora por la entrada (input) y la salida (output), en
tanto que el refuerzo se veía lavado de su tinte afectivo convirtiéndose en un
elemento de control que retroalimentaba al sistema, haciéndole llegar
información sobre el resultado de las operaciones efectuadas. En la medida en
que hubiese un programa computable, había «mente» (Bruner, 1990).
Es decir, contario a lo que se piensa, el
cognitivismo no representa una ruptura definitiva con el conductismo[3],
de hecho, retoma de este, la relaciones entre el cuerpo, lo orgánico y el comportamiento humano, solo que a esta
relación determinista de tipo biologicista, agrega la mente, el fenómeno
psíquico y las terapias cognitivas conductuales dan cuenta de esta nueva
relación: conductas, emociones y
sentimientos están determinados por las cogniciones que pueden conocerse y
modificarse estructuralmente. Se estudia la mente, pero no como
epifenómeno, si no a partir de sus estructuras, contenidos, productos y
procesos cognitivos, base del procesamiento de la información.
Esta nueva concepción sobre el pensamiento,
los aprendizajes y la relación entre cognición, conducta y emociones cambio la
forma en que se concebían los trastornos emocionales (A Ellis). Partiendo de
principios sencillos (inspirados en la filosofía estoica) y tratamientos
enfocados en la reestructuración cognitiva (A. Beck) y la modificación
conductual, sus avances y éxitos, su rigor metodológico e instrumentos de
verificación, desplazaron de hecho, al psicoanálisis y su terapia.
Sin embargo, las terapias cognitivas
conductuales nacieron primero de la intuición de sus pioneros (Ellis, Beck y
otros) y no como resultado de una teoría que las precediera y proveyera marco a
sus postulados básicos, no quiero decir con esto, que la orientación cognitivista
de las psicoterapias, que atribuyen a las ideas, concepciones y
representaciones de los clientes la causa eficiente de los trastornos
emocionales que experimentan, no tuviera un antecedente teórico en la filosofía
griega y oriental o en otras tradiciones filosóficas más recientes[4],
lo cierto es que las psicoterapias cognitivas-conductuales, no abrevaron
primero en las ciencias cognitivas o en la psicología cognitiva que empezaba a
desarrollarse a mediados de los cincuenta, sino que esta aproximación vino
mucho después y en forma muy tangencial, solo adoptando des estás los conceptos
teóricos que mejor se ajustarán a la naturaleza de la terapia:
“Los terapeutas cognitivos
desarrollaron su labor en muy buena medida ignorando los desarrollos de la
psicología cognitiva, perdiendo, así la posibilidad de enriquecerse con ellos”. (Caro, 2007)
Es evidente que las terapias cognitivas-conductuales utilizan los principales conceptos de las teorías de aprendizaje y de la psicología cognitiva en general y los adaptan al contexto de las psicoterapias, sin embargo, los concepto “sufren” un poco con el traslado en cuanto su sentido cambia en el contexto de la técnica. Por ejemplo en teoría del aprendizaje hablamos de estructuras cognitivas para referirnos a cualquier representación mental sobre un campo específico de la realidad, en cambio en la técnica cognitiva-conductual la estructura cognitiva representa un sistema u marco de orientación como las creencias, las actitudes, etc.
Es evidente que las terapias cognitivas-conductuales utilizan los principales conceptos de las teorías de aprendizaje y de la psicología cognitiva en general y los adaptan al contexto de las psicoterapias, sin embargo, los concepto “sufren” un poco con el traslado en cuanto su sentido cambia en el contexto de la técnica. Por ejemplo en teoría del aprendizaje hablamos de estructuras cognitivas para referirnos a cualquier representación mental sobre un campo específico de la realidad, en cambio en la técnica cognitiva-conductual la estructura cognitiva representa un sistema u marco de orientación como las creencias, las actitudes, etc.
"La medida
de las cogniciones es también otro ámbito en el que se detectan grandes distancias
entre la investigación básica y la clínica aplicada. En efecto, en la inmensa mayoría
de los casos, los clínicos usan (y abusan) de medidas de papel y lápiz (p. ej.,
autoregistros) para evaluar cogniciones en sus pacientes. Obviamente estos
métodos tan rudimentarios son un pálido reflejo de las cada vez más complejas
técnicas que se emplean en la Psicología cognitiva experimental para evaluar de
modo adecuado la actividad mental.
Lo escrito hasta
ahora sobre estas discrepancias entre el ámbito experimental y el aplicado
podría aplicarse del mismo modo a otros conceptos muy utilizados en la Psicología
clínica cognitiva actual (p. ej., "esquemas cognitivos",
"procesamiento de la información", etc.). Por lo tanto, el uso en la
clínica de conceptos derivados de la Psicología cognitiva en muchos casos no es
nada más que una sencilla metáfora que, aunque útil, se aleja de la precisión y
el rigor que deberían exigirse en una actividad que presume de estar
científicamente fundada" (Vázquez Valverde).
En una historia del desarrollo de las terapias cognitivas
conductuales, resulta singular constatar que estas psicoterapias que se hacen
llamar cognitivas, lo fueron en tanto basaban el origen de los trastornos
psíquicos en las cogniciones de los pacientes, en las ideas con que se
representaban el mundo y no porque existiera para entonces todo un marco
teórico que les sirviera de referencia, de hecho, la orientación cognitiva de
las psicoterapias de Albert Ellis (1956 Terapia Racional Emotiva) y Aarón Beck
(1960 terapia cognitiva) surgen poco después de la Revolución Cognitiva pero no
influenciadas por está, sin embargo, este nuevo paradigma, el de la nueva
ciencia cognitiva, les servirá de marco general justificativo en términos
teóricos de las psicoterapias en las que trabajaban hace décadas.
INTEGRAR PARA AVANZAR
Las ciencias cognitivas se han desarrollado a
la sombra del paradigma del Procesamiento de la Información, con el ordenador
como metáfora, no obstante, paralelo a esta corriente, sea desarrollado otra
más psicológica si se quiere, la genética piagetiana y la socio-histórica de
Vygotsky, ambas, teorías del aprendizaje y del desarrollo, marcos teóricos que
pueden ser de utilidad para explicar los fenómenos psíquicos asociados a los
trastornos emocionales, si estos dependen de las cogniciones, es bueno
preguntarse ¿cómo se aprenden? ¿Influye el contexto social en el aprendizaje y
desarrollo de estos trastornos? Y muy especialmente ¿cómo se reestructuran esos
aprendizajes?
En consecuencia, la psicoterapia
cognitivas-conductuales deben integrar las teorías del aprendizaje de Piaget y
Vygotsky, pasando por Ausubel, y otros, a efectos de comprender mucho mejor la
forma en que el hombre se representa la realidad. Una verdadera teoría que
informe a las psicoterapias cognitivas conductuales no puede marginarse del
debate sobre el aprendizaje, el desarrollo, el lenguaje y el pensamiento, entre
otros.
CONCLUSIONES
1. La Revolución Cognitiva represento un
marco de orientación significativo para la pedagogía, la piscología de la
educación, la psicolingüística y las psicoterapias cognitivas-conductuales.
2. El advenimiento de las ciencias
cognitivas, no significo la desaparición del conductismo como psicología y
terapia del comportamiento, de hecho los principales postulados teóricos del
conductismo (aprendizaje por asociación y el condicionamiento operante), fueron
integrados a las teorías cognitivas del aprendizaje y el desarrollo, a partir
del paradigma del Procesamiento de la información.
3. El cognitivismo retomo del conductismo las
relaciones entre el cuerpo y el comportamiento, solo que a esta relación añade
la mente, lo psíquico.
4. Las teorías cognitivas-conductuales dan
cuenta de la relación entre cuerpo, mente y comportamiento a partir de las
representaciones (Procesos, Estructuras, Contenidos y Productos cognitivos) que
los individuos forman de la realidad.
5. Las terapias cognitivas conductuales
nacieron primero de la intuición de sus pioneros (Ellis, Beck y otros) y no
como resultado de una teoría que las precediera y proveyera marco a sus
postulados básicos, no obstante, esta la relación entre psicoterapias
cognitivas-conductuales y la revolución cognitiva, vino mucho después y en
forma muy tangencial, solo adoptando de está última los conceptos teóricos que
mejor se ajustarán a la naturaleza de la terapia.
6. Las psicoterapias cognitivas-conductuales
deben integrar las teorías del aprendizaje de Piaget y Vygotsky, pasando por
Ausubel, y otros, a efectos de comprender mucho mejor la forma en que el hombre
se representa la realidad. Una verdadera teoría que informe a las psicoterapias
cognitivas conductuales no puede marginarse del debate sobre el aprendizaje, el
desarrollo, el lenguaje y el pensamiento, entre otros.
Trabajos citados
Bruner, J. (1990). Actos de significado, mas allá de
la Revolución Cognitiva. Madrid: Alianza Editorial.
Caro, I. (2007). Manual
Teorico-práctico de psicoterapias cognitivas. Bilbao: DESCLÉE DE BROUWER,
S.A.
Fierro, M. (2011). El
desarrollo conceptual de la ciencia cognitiva. Parte I. Revista colombiana
de psiquiatria Vol. 40, num 3, 519-533.
Miller, G. A. (2003). La
Revolucón cognitiva: Una perspectiva histórica. TRENDS in Cognitive
Sciences Vol.7, No.3 March, 141, 141-144.
Pozo, J. I. (1996). Teorías
Cognitivas del Aprendizaje. Madrid: Ediciones Morata.
Sánchez, N. A. (2007). Manual
de psicoterapia cognitiva conductual para trastornos de la salud. Libros
en red.
Vazquez Valverde C. Tecnicas Cognitivas de Intervención clinica. Editorial Sintesis
Vazquez Valverde C. Tecnicas Cognitivas de Intervención clinica. Editorial Sintesis
[1]
Utilizamos este concepto como “…cruce interdisciplinario
entre la psicología y la lingüística” tomado de https://cdn.educ.ar/dinamico/UnidadHtml__get__647efd08-6025-49e3-b10e-081eb1890242/107308/index.html 10/08/2018
[2]
“Vygotsky, se dio cuenta de que la psicología, una ciencia neonata, se hallaba
en realidad escindida en dos proyectos distintos: uno idealista de hondas
raíces filosóficas, representado sobre todo por la fenomenología alemana, y
otro, naturalista, de carácter asociacionista y en definitiva mecanicista,
según el cual la psicología debía concebirse más bien como una rama de la
fisiología, para la cual se contaba con
el fuerte apoyo de las ideas de Pavlov. Vygotsky comprendió que la única
solución para la elaboración de una psicología científica consistía en una
reconciliación integradora,…. Entre ambas culturas psicológicas. La voluntad
psicológica de Vygotsky queda clara en el siguiente párrafo: <<estudiar
la conducta del hombre sin lo psíquico (como es el caso del conductismo) es tan
imposible como estudiar lo psíquico sin la conducta>>. En el caso del
aprendizaje, y desde nuestra perspectiva actual, esa función pasa por la
integración de los procesos de asociación y reestructuración en una teoría
unitaria del aprendizaje” (Pozo, 1996) y está
“reconciliación integradora” se alcanzó con la Revolución Cognitiva de 1950.
[3]
Desde luego, este no era el propósito de la Revolución Cognitiva, sin embargo,
los desarrollos teóricos y las investigaciones
ulteriores terminaron por “deshumanizar el concepto mismo de mente”.
Bruner fue uno de los críticos, quizás más implacables, contra esta
“desviación” teórica, que se evidenció con mucha más notoriedad en las teorías
de procesamiento de la información: “El objetivo de esta revolución era
recuperar la <<mente>> en las ciencias humanas después de un
prolongado y frío invierno de objetivismo. …al menos en mi opinión, actualmente
esa revolución se ha desviado hacia problemas que son marginales en relación
con el impulso que originalmente la desencadenó. De hecho, se ha tecnicalizado
de tal manera que incluso ha socavado aquel impulso original”. (Bruner, 1990)
[4]
“…todos los autores mencionados, comparten el supuesto de que las creencias,
opiniones, interpretaciones, el pensamiento y la cognición de la gente son los
principales responsables de las perturbaciones emocionales, por ser
ilógicas, no realistas, inadecuadas e
irracionales, pero que a través del mismo instrumento, que es la mente, el ser
humano tiene la capacidad de aprender a identificarlos, describirlos, registrarlos,
reflexionar sobre ellos, y por supuesto, modificarlos para su propio beneficio” (Sánchez,
2007).