viernes, 10 de agosto de 2018

Las psicoterapias cognitivas y la revolución de la mente


Algunas reflexiones en torno a las psicoterapias cognitivas y la revolución de la mente

La Revolución Cognitiva en los años cincuenta (1956), con el ordenador como metáfora, en la que participaron disciplinas tan diferentes como la psicología, la filosofía, la lingüística, la neurociencia (ambos campos, de reciente aparición), la antropología y la ciencia de la computación, represento un marco de orientación significativo para la pedagogía, la piscología de la educación, la psicolingüística[1] y para las psicoterapias cognitivas-conductuales.

La ciencia de la cognición (Miller, 2003), en el imaginario colectivo se  ha representado como el enfoque que puso término a la hegemonía conductistas, sin embargo, el cognitivismo orientado al estudio del aprendizaje, integró aspectos nucleares del conductismo como el condicionamiento clásico (aprendizaje por asociación)[2] o “la teoría de la información de Claude Shannon… (Que) tenían la virtud de ser compatibles con el análisis de estímulo-respuesta preferido por los conductistas” (Miller, 2003).

En el panorama de la psicología, el conductismo había dominado, junto con el psicoanálisis, buena parte de la primera mitad del siglo XX. Al menos en su versión más radical, el conductismo aspiraba a erradicar todo lo mental de la psicología. La mente era un mito, no se necesitaba de ella para explicar la conducta; bastaba la acción mecánica del sistema nervioso. La única forma de hacer ciencia en psicología consistía en el estudio del comportamiento observable de los organismos. De hecho, dos de los teóricos del conductismo más conocidos fijaban su posición en este sentido. Watson era partidario de un modelo fuerte basado exclusivamente en el estímulo y la respuesta; y, según Skinner, no había lugar para postular mecanismos internos intermediarios entre los miembros de dicho dúo. El objetivo del conductismo, y a la vez su gran problema, fue tratar de dar cuenta de los fenómenos mentales sin apelar a la mente, pues no pudo deshacerse completamente de ella e incluso del interior mismo de la disciplina surgieron los ataques.

Según el conductismo tradicional, las conductas complejas podían entenderse a partir del encadenamiento de estímulos y respuestas, explicación que dejó de ser convincente en la década de los cincuenta. Se comenzó entonces a plantear la existencia de funciones centrales encargadas de planear y coordinar conjuntos de acciones. Además, se introdujeron variables intermediarias entre el estímulo y la respuesta, que trasformaron el conductismo inicial en uno de tipo mediador. Como resultado, se abrió la puerta para que los procesos que ocurrían en el interior del cerebro tuvieran un papel causal en el comportamiento. Sin embargo, los teóricos de esta nueva perspectiva conductista carecían de un lenguaje apropiado para estudiar y trabajar con los procesos mediadores, situación remediada con la llegada del procesamiento de información: el estímulo se convirtió en mensaje entrante (input), la respuesta en mensaje saliente (output) y los procesos intermediarios en procesamiento de información (Fierro, 2011).

Jerome Bruner explica este mismo fenómeno: “Muy pronto, la computación se convirtió en el modelo de la mente, y en el lugar que ocupaba el concepto de significado se instaló el concepto de computabilidad. Los procesos cognitivos se equipararon con los programas que podía ejecutarse en un dispositivo computacional, y nuestros esfuerzos por comprender», pongamos por caso, la memoria o la formación de conceptos, eran fructíferos en la medida en que éramos capaces de simular de forma realista la memorización o la conceptualización humanas con un programa de ordenador (Bruner, 1990). En otras palabras, el paradigma del Procesamiento de la Información es la introducción del mentalismo al conductismo clásico.

“Este nuevo reduccionismo proporcionó un programa sorprendentemente libertario para la ciencia cognitiva que estaba naciendo. Su grado de permisividad era tan elevado que incluso los antiguos teóricos del aprendizaje E-R y los investigadores asociacionistas de la memoria pudieron volver al redil de la revolución cognitiva, en la medida en que envolvieron sus viejos conceptos con el ropaje proporcionado por los nuevos términos del procesamiento de la información. No había ninguna necesidad de trapichear con los procesos «mentales» o con el significado. El lugar de los estímulos y las respuestas estaba ocupado ahora por la entrada (input) y la salida (output), en tanto que el refuerzo se veía lavado de su tinte afectivo convirtiéndose en un elemento de control que retroalimentaba al sistema, haciéndole llegar información sobre el resultado de las operaciones efectuadas. En la medida en que hubiese un programa computable, había «mente» (Bruner, 1990).

Es decir, contario a lo que se piensa, el cognitivismo no representa una ruptura definitiva con el conductismo[3], de hecho, retoma de este, la relaciones entre el cuerpo, lo orgánico y  el comportamiento humano, solo que a esta relación determinista de tipo biologicista, agrega la mente, el fenómeno psíquico y las terapias cognitivas conductuales dan cuenta de esta nueva relación: conductas, emociones y sentimientos están determinados por las cogniciones que pueden conocerse y modificarse estructuralmente. Se estudia la mente, pero no como epifenómeno, si no a partir de sus estructuras, contenidos, productos y procesos cognitivos, base del procesamiento de la información.

Esta nueva concepción sobre el pensamiento, los aprendizajes y la relación entre cognición, conducta y emociones cambio la forma en que se concebían los trastornos emocionales (A Ellis). Partiendo de principios sencillos (inspirados en la filosofía estoica) y tratamientos enfocados en la reestructuración cognitiva (A. Beck) y la modificación conductual, sus avances y éxitos, su rigor metodológico e instrumentos de verificación, desplazaron de hecho, al psicoanálisis y su terapia.

Sin embargo, las terapias cognitivas conductuales nacieron primero de la intuición de sus pioneros (Ellis, Beck y otros) y no como resultado de una teoría que las precediera y proveyera marco a sus postulados básicos, no quiero decir con esto, que la orientación cognitivista de las psicoterapias, que atribuyen a las ideas, concepciones y representaciones de los clientes la causa eficiente de los trastornos emocionales que experimentan, no tuviera un antecedente teórico en la filosofía griega y oriental o en otras tradiciones filosóficas más recientes[4], lo cierto es que las psicoterapias cognitivas-conductuales, no abrevaron primero en las ciencias cognitivas o en la psicología cognitiva que empezaba a desarrollarse a mediados de los cincuenta, sino que esta aproximación vino mucho después y en forma muy tangencial, solo adoptando des estás los conceptos teóricos que mejor se ajustarán a la naturaleza de la terapia:

“Los terapeutas cognitivos desarrollaron su labor en muy buena medida ignorando los desarrollos de la psicología cognitiva, perdiendo, así la posibilidad de enriquecerse con ellos”. (Caro, 2007)

Es evidente que las terapias cognitivas-conductuales utilizan los principales conceptos de las teorías de aprendizaje y de la psicología cognitiva en general y  los adaptan al contexto de las psicoterapias, sin embargo, los concepto “sufren” un poco con el traslado en cuanto su sentido cambia en el contexto de la técnica. Por ejemplo en teoría del aprendizaje hablamos de estructuras cognitivas  para referirnos a cualquier representación mental sobre un campo específico de la realidad, en cambio en la técnica cognitiva-conductual la estructura cognitiva representa un sistema u marco de orientación como las creencias, las actitudes, etc.


"La medida de las cogniciones es también otro ámbito en el que se detectan grandes distancias entre la investigación básica y la clínica aplicada. En efecto, en la inmensa mayoría de los casos, los clínicos usan (y abusan) de medidas de papel y lápiz (p. ej., autoregistros) para evaluar cogniciones en sus pacientes. Obviamente estos métodos tan rudimentarios son un pálido reflejo de las cada vez más complejas técnicas que se emplean en la Psicología cognitiva experimental para evaluar de modo adecuado la actividad mental.

Lo escrito hasta ahora sobre estas discrepancias entre el ámbito experimental y el aplicado podría aplicarse del mismo modo a otros conceptos muy utilizados en la Psicología clínica cognitiva actual (p. ej., "esquemas cognitivos", "procesamiento de la información", etc.). Por lo tanto, el uso en la clínica de conceptos derivados de la Psicología cognitiva en muchos casos no es nada más que una sencilla metáfora que, aunque útil, se aleja de la precisión y el rigor que deberían exigirse en una actividad que presume de estar científicamente fundada" (Vázquez Valverde).
 
En una historia del desarrollo de las terapias cognitivas conductuales, resulta singular constatar que estas psicoterapias que se hacen llamar cognitivas, lo fueron en tanto basaban el origen de los trastornos psíquicos en las cogniciones de los pacientes, en las ideas con que se representaban el mundo y no porque existiera para entonces todo un marco teórico que les sirviera de referencia, de hecho, la orientación cognitiva de las psicoterapias de Albert Ellis (1956 Terapia Racional Emotiva) y Aarón Beck (1960 terapia cognitiva) surgen poco después de la Revolución Cognitiva pero no influenciadas por está, sin embargo, este nuevo paradigma, el de la nueva ciencia cognitiva, les servirá de marco general justificativo en términos teóricos de las psicoterapias en las que trabajaban hace décadas.

INTEGRAR PARA AVANZAR

Las ciencias cognitivas se han desarrollado a la sombra del paradigma del Procesamiento de la Información, con el ordenador como metáfora, no obstante, paralelo a esta corriente, sea desarrollado otra más psicológica si se quiere, la genética piagetiana y la socio-histórica de Vygotsky, ambas, teorías del aprendizaje y del desarrollo, marcos teóricos que pueden ser de utilidad para explicar los fenómenos psíquicos asociados a los trastornos emocionales, si estos dependen de las cogniciones, es bueno preguntarse ¿cómo se aprenden? ¿Influye el contexto social en el aprendizaje y desarrollo de estos trastornos? Y muy especialmente ¿cómo se reestructuran esos aprendizajes?

En consecuencia, la psicoterapia cognitivas-conductuales deben integrar las teorías del aprendizaje de Piaget y Vygotsky, pasando por Ausubel, y otros, a efectos de comprender mucho mejor la forma en que el hombre se representa la realidad. Una verdadera teoría que informe a las psicoterapias cognitivas conductuales no puede marginarse del debate sobre el aprendizaje, el desarrollo, el lenguaje y el pensamiento, entre otros.

CONCLUSIONES

1. La Revolución Cognitiva represento un marco de orientación significativo para la pedagogía, la piscología de la educación, la psicolingüística y las psicoterapias cognitivas-conductuales.

2. El advenimiento de las ciencias cognitivas, no significo la desaparición del conductismo como psicología y terapia del comportamiento, de hecho los principales postulados teóricos del conductismo (aprendizaje por asociación y el condicionamiento operante), fueron integrados a las teorías cognitivas del aprendizaje y el desarrollo, a partir del paradigma del Procesamiento de la información.

3. El cognitivismo retomo del conductismo las relaciones entre el cuerpo y el comportamiento, solo que a esta relación añade la mente, lo psíquico.

4. Las teorías cognitivas-conductuales dan cuenta de la relación entre cuerpo, mente y comportamiento a partir de las representaciones (Procesos, Estructuras, Contenidos y Productos cognitivos) que los individuos forman de la realidad.

5. Las terapias cognitivas conductuales nacieron primero de la intuición de sus pioneros (Ellis, Beck y otros) y no como resultado de una teoría que las precediera y proveyera marco a sus postulados básicos, no obstante, esta la relación entre psicoterapias cognitivas-conductuales y la revolución cognitiva, vino mucho después y en forma muy tangencial, solo adoptando de está última los conceptos teóricos que mejor se ajustarán a la naturaleza de la terapia.

6. Las psicoterapias cognitivas-conductuales deben integrar las teorías del aprendizaje de Piaget y Vygotsky, pasando por Ausubel, y otros, a efectos de comprender mucho mejor la forma en que el hombre se representa la realidad. Una verdadera teoría que informe a las psicoterapias cognitivas conductuales no puede marginarse del debate sobre el aprendizaje, el desarrollo, el lenguaje y el pensamiento, entre otros.

Trabajos citados

Bruner, J. (1990). Actos de significado, mas allá de la Revolución Cognitiva. Madrid: Alianza Editorial.
Caro, I. (2007). Manual Teorico-práctico de psicoterapias cognitivas. Bilbao: DESCLÉE DE BROUWER, S.A.
Fierro, M. (2011). El desarrollo conceptual de la ciencia cognitiva. Parte I. Revista colombiana de psiquiatria Vol. 40, num 3, 519-533.
Miller, G. A. (2003). La Revolucón cognitiva: Una perspectiva histórica. TRENDS in Cognitive Sciences Vol.7, No.3 March, 141, 141-144.
Pozo, J. I. (1996). Teorías Cognitivas del Aprendizaje. Madrid: Ediciones Morata.
Sánchez, N. A. (2007). Manual de psicoterapia cognitiva conductual para trastornos de la salud. Libros en red.
Vazquez Valverde C. Tecnicas Cognitivas de Intervención clinica. Editorial Sintesis




[1] Utilizamos este concepto como “…cruce interdisciplinario entre la psicología y la lingüística” tomado de https://cdn.educ.ar/dinamico/UnidadHtml__get__647efd08-6025-49e3-b10e-081eb1890242/107308/index.html 10/08/2018
[2] “Vygotsky, se dio cuenta de que la psicología, una ciencia neonata, se hallaba en realidad escindida en dos proyectos distintos: uno idealista de hondas raíces filosóficas, representado sobre todo por la fenomenología alemana, y otro, naturalista, de carácter asociacionista y en definitiva mecanicista, según el cual la psicología debía concebirse más bien como una rama de la fisiología, para la cual se contaba  con el fuerte apoyo de las ideas de Pavlov. Vygotsky comprendió que la única solución para la elaboración de una psicología científica consistía en una reconciliación integradora,…. Entre ambas culturas psicológicas. La voluntad psicológica de Vygotsky queda clara en el siguiente párrafo: <<estudiar la conducta del hombre sin lo psíquico (como es el caso del conductismo) es tan imposible como estudiar lo psíquico sin la conducta>>. En el caso del aprendizaje, y desde nuestra perspectiva actual, esa función pasa por la integración de los procesos de asociación y reestructuración en una teoría unitaria del aprendizaje” (Pozo, 1996) y está “reconciliación integradora” se alcanzó con la Revolución Cognitiva de 1950.
[3] Desde luego, este no era el propósito de la Revolución Cognitiva, sin embargo, los desarrollos teóricos y las investigaciones  ulteriores terminaron por “deshumanizar el concepto mismo de mente”. Bruner fue uno de los críticos, quizás más implacables, contra esta “desviación” teórica, que se evidenció con mucha más notoriedad en las teorías de procesamiento de la información: “El objetivo de esta revolución era recuperar la <<mente>> en las ciencias humanas después de un prolongado y frío invierno de objetivismo. …al menos en mi opinión, actualmente esa revolución se ha desviado hacia problemas que son marginales en relación con el impulso que originalmente la desencadenó. De hecho, se ha tecnicalizado de tal manera que incluso ha socavado aquel impulso original”. (Bruner, 1990)
[4] “…todos los autores mencionados, comparten el supuesto de que las creencias, opiniones, interpretaciones, el pensamiento y la cognición de la gente son los principales responsables de las perturbaciones emocionales, por ser ilógicas,  no realistas, inadecuadas e irracionales, pero que a través del mismo instrumento, que es la mente, el ser humano tiene la capacidad de aprender a identificarlos, describirlos, registrarlos, reflexionar sobre ellos, y por supuesto, modificarlos para su propio beneficio” (Sánchez, 2007). 

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