¿Qué
forma de representación es responsable de los más significativos sentimientos
humanos, de sus traumas y/o trastornos emocionales?
La
psicología cognitiva utiliza el concepto de “representaciones mentales” (Colom
Roberto, 1990)
para referirse a los esquemas o las estructuras mentales responsables de
nuestro pensamiento. Dos grandes tendencias han dominado el debate sobre el
tema, la primera supone que los individuos nos representamos la realidad a
través de “proposiciones” es decir,
que nuestra mente, siguiendo la metáfora del ordenador, es una enorme “procesador de texto”, que nos permite
representar la realidad a partir de ideas, proposiciones, que configuran una
especia de “psico-textos” del entorno.
La
segunda gran tendencia la forman quienes suponen que nos representamos el mundo
solo a través de imágenes mentales. Existe sin embargo, una tercera
orientación, que yo llamo “asociacionista”, que se decanta por una visión
mixta: ni absolutamente proposicional, ni absolutamente imágenes mentales, más bien, se “postula que hay diferencias individuales en como los
sujetos se representan el conocimiento. Esto es, algunos individuos tenderán a
representarse los problemas de acuerdo a una estrategia basada en imágenes,
otros individuos tenderán a utilizar una estrategia representacional basada en
descripciones verbales, y, por último, algunos individuos tendrán la capacidad
de utilizar estrategias representacionales basadas en imágenes y en
descripciones verbales, según las demandas de la tarea (i.e. punto de vista
algorítmico)” (Colom Roberto, 1990).
Este
debate tiene, naturalmente, enormes implicaciones en el ámbito escolar:
dependiendo de la concepción que el maestro tengan sobre la forma en que los
seres humanos se representan la realidad, depende la instrucción, la didáctica,
las estrategias de enseñanza y aprendizaje utilizadas en el aula.
En mi
opinión, la mente conjuga tanto imágenes mentales como estructuras proposicionales,
en esquemas modulares, para representar la realidad. Cuando preguntamos a
alguien, ¿cuál es su forma habitual de representarse la realidad? Su repuesta,
a menudo será, las imágenes mentales. En efecto, en el mundo de lo concreto las
imágenes mentales constituyen la forma habitual de representarnos la realidad,
sin embargo, el problema es que buena parte de la realidad que nos rodea son
construcciones intelectuales abstractas que no puede representarse con imágenes
mentales. De allí que el desarrollo intelectual implica el transito progresivo
del periodo de lo concreto (estadio de las operaciones concretas Piaget) al
periodo de las abstracciones (estadio de las operaciones formales) y la
enseñanza debe enfatizar esta transición a través de estrategias de enseñanza
aprendizaje congruentes.
La
participación mixta, en la mente de los individuos, de representaciones
proposicionales e imágenes mentales, propone una nueva cuestión, ¿qué forma de
representación es responsable de los más significativos sentimientos humanos,
de sus traumas y/o trastornos emocionales? ¿Qué causa mucho más impacto en el
hombre las ideas que forma mediante enunciados proposicionales o aquellas que
se presentan en forma de imágenes vívidas?
No es
fácil responder a estas cuestiones, a menudo escuchamos que “una imagen vale
más que mil palabras” y ciertamente las imágenes (visuales, auditivas y
táctiles (Moncada, 2019), producen un mayor impacto sobre la
psiquis del individuo que el más persuasivo, lógico y racional de los discursos. La abstracción, condición de
desarrollo, es un desafió personal que no siempre los individuos están
dispuestas a asumir. De hecho, la incapacidad frecuente en las personas de ir
más allá de lo que aparentemente representa la imagen, constituye el origen
fundamental del drama humano que la historia describe con más o menos
imparcialidad, en palabras de Fromm, los hombres prefieren vivir “atados a las
cadenas de la ilusión” que confrontarse con la verdad (objetiva) y conducirse
en congruencia con Ella (ética).
Ahora
bien, una imagen o un enunciado por sí solos, no mueven a ningún individuo a
actuar, si no se inscriben, previamente, en su marco de orientación y
referencia, esto es, si no son significativos para el individuo. Esto nos lleva, en consecuencia, a la difícil
tarea de rastrear la construcción intelectual de sus modelos mentales o marcos
de orientación y referencia.
¿Cómo construyen las personas sus Modelos
Mentales o Marcos de Orientación y Referencia?
La
Trascendencia, el Arraigo, la necesidad de Relación, la necesidad de
Identificación y de Orientación, son necesidades psicológicas comunes a todos
los seres humanos y entre todas estas, quizás la más importante es la de
orientación, es decir, la necesidad humana de explicarse el mundo, de darle un
sentido y comprender el papel que desempeña en Él. Estas cuestiones nos
recuerdan a las grandes preguntas que se formulan los filósofos, de hecho, estas preguntas (llamémoslas las grandes
cuestiones de la filosofía) son
preguntas vitales para el hombre, que el hombre por cierto ya no se
hace:
“Nos aferramos a la creencia
de que somos dichosos; enseñamos a nuestros hijos que estamos más adelantados
que cualquier generación anterior, que con el tiempo todos los deseos se verán
satisfechos, y no habrá nada fuera de nuestro alcance. Las apariencias apoyan
esta creencia que se repite infinitamente.
¿Pero oyen nuestros hijos una
voz diciéndoles dónde deben ir y para qué deben vivir? Ellos sienten —como
todos los seres humanos— que la vida tiene que tener un significado, ¿pero cuál
es? ¿Lo hallan en las contradicciones, conversaciones de doble sentido, y
cínica resignación que encuentran a cada paso? Anhelan la dicha, la verdad, la
justicia, el amor, y un objeto de devoción: ¿somos capaces de satisfacer su
anhelo?
Nosotros somos tan inermes
como ellos. No conocemos la respuesta, porque nos hemos olvidado hasta de hacer la pregunta. Pretendemos que
nuestra vida se basa en sólidos cimientos, e ignoramos las sombras de la
inquietud, ansiedad y confusión que no nos dejan nunca” (Fromm, 1956).
De modo que un Marco de Orientación y Referencia (en términos muy
generales) es un esfuerzo individual por explicarnos el mundo, el papel que
desempeñamos en él y el sentido de nuestra propia vida, aunque en palabras de
Fromm, hayamos olvidado estas grandes cuestiones. En términos más específicos,
los modelos mentales o marcos de referencia, son simuladores cognitivos de la
realidad (Moncada, 2019) Pero ¿Cómo se construyen? A través de
la interacción dinámica (aprendizajes significativos sucesivos) con los
contextos socio-culturales en los que se desenvuelven los individuos, es decir,
la familia, primero y la sociedad después, determinan en gran parte, la forma
como interpretamos, concebimos y percibimos el mundo. En términos cognitivos
podemos decir, el hombre no es solamente operaciones mentales, habilidades de
pensamiento, etapas de desarrollo
progresiva, también es una construcción (o desconstrucción, -en gracia
de discusión-) dinámica, esto es, activa (o al menos eso esperamos) cultural e histórica, en otras palabras,
contextual de sí mismo.
En este orden de ideas, basta examinar cómo piensa la sociedad (la
superestructura) para saber cómo piensa el individuo gregario, qué cosas
enfatiza, si las emociones o la razón, si lo mejor del ser humano, o la
consecución de cosas materiales, etc. Las ideas de la sociedad, da cuenta de
las ideas particulares (de carácter ético, político, económico) de sus
individuos.
Referencias
Colom Roberto, E. M. (1990). Las representaciones
mentales: ¿El lenguaje del pensamiento, los lenguajes del pensamiento o los
lenguajes de los pensamientos? Anuario de Psicologia, 7-21.
Fromm, E. (1956). Psicoanalisis
y Religión. Buenos Aires: PSIQUE.
Moncada, R. U. (2019).
Estudio sobre las representaciones (modelos mentales) que tienen los maestros
en formación respecto de la cognición. Grupo de Educación Lenguaje y
Cognición, 33.